lunes, 30 de diciembre de 2013

Ex hacienda de Calpulalpan, Jilotepec, México.



La localidad de Calpulalpan (del nahuatl: calli, casa y pan, en “En las casas”) está situada en el Municipio de Jilotepec, en el Estado de México. Está a 2700 metros de altitud, el clima predominante es templado mesotérmico, con una temperatura media anual de 14ºC. Se encuentra en las coordenadas: Longitud: -99.635833, Latitud: 20.055556.


Es un pueblo antiguo, aunque no tengo su fecha de fundación, parce ser que fue habitado en su origen por grupos otomíes, así lo atestigua la aun vigente tradición xita; y que seguramente sufrieron la conquista mexica, eso nos lo dice el topónimo.
  
 

No es mi interés hacer una narración histórica del pueblo, lo que aquí me atrae es hacer una breve reseña de la ex hacienda “Calpulalpan”, misma que he de fundamentar en el libro de Iñigo Laviada (1984): “Vida y muerte de un latifundio”, de editorial Porrúa, México.



“A partir de 1693, el marqués de la Villa del Villar del Águila creó un latifundio integrado por tres grandes haciendas: La Goleta, San Antonio Tula y San José del Marqués... Se fraccionó, se reintegró de nuevo y acreció con la incorporación de las haciendas de Calpulalpan y Tandejé, colindantes”.


Cofradía del Santísimo, dueña de la hacienda desde 1810 a 1856.

“Por la época de la independencia nacional cayó sobre los moradores de Calpulalpan una epidemia que causó tantos estragos que solo quedaron unos cuantos individuos; que estos, creyendo que también iban a perecer, resolvieron ir a la parroquia de Jilotepec a entregarle al cura las imágenes de los santos y encargarle también el cultivo de las tierras del pueblo... (esto) permite suponer que los superviviente pudieron donar sus tierras en agradecimiento al Santísimo Sacramento por haberlos sanado”,



“Los descendientes de los supervivientes pidieron al cura que devolviera las imágenes y las tierras del pueblo. Devolvió las imágenes pero negó restituir las tierras alegando que sus antepasados las habían donado a la Iglesia. Así se creó la hacienda de la Cofradía del santísimo, cuyos ingresos se destinaban al sostenimiento del culto de aquella congregación o hermandad de fieles devotos del Santísimo Sacramento, administrados por un mayordomo electivo. Tal hacienda tenía 3,004 hectáreas de superficie”.




José Guadalupe Huitrón, fue jefe político de Jilotepec, dueño de la hacienda desde 1856 a 1870.


“Al publicarse la ley de desamortización del 26 de julio de 1856, José Guadalupe Huitrón, el potentado de la región y hombre sin escrúpulos, denunció al gobierno liberal la existencia de tal finca eclesiástica y solicitó que se la adjudicaran. El gobierno de la unión le concedió la adjudicación que se formalizó por escritura pública de fecha 19 de septiembre de 1856, ante el juez de letras del partido de Jilotepec, Lic. Joaquín Escalante, suscrita por Miguel Limón, Mayordomo de la Cofradía del Santísimo. El precio fue de $12, 607.00”.
 

“José Guadalupe Huitrón poseyó la hacienda hasta su muerte. Criaba ganado y alquilaba pastos. Para borrar el recuerdo del despojo a la iglesia, cambió el nombre de la hacienda que fue llamada Calpulalpan, como el pueblo”.



Rosario Huitrón de Ezeta, dueña de la hacienda desde 1871 a 19??

“Por escritura de división de bienes ante el escribano Anastasio Molina de Jilotepec, el 24 de octubre de 1871 heredó la hacienda Rosario Huitrón de Ezeta. El 23 de noviembre de 1891, más de 50 vecinos del pueblo de Calpulalpan demandaron ante el juzgado de Jilotepec el apeo y deslinde de sus propiedades comunales otorgadas por la corona española, para lograr su reivindicación. Ezeta se opuso exhibiendo los títulos de su esposa y logró el sobreseimiento. Posteriormente, a fines del siglo los campesinos presentaron otra demanda que tampoco prosperó”.



“Manuel Ezeta y Rosario Huitrón heredaron la hacienda de Calpulalpan con la mayor parte de la fortuna de don José Guadalupe. En 1889 terminaron la construcción de la casona neoclásica de Jilotepec que habitaron hasta su muerte. Ahora es el palacio municipal.” Antes vivían en Calpulalpan con sus hijos.


Hermanos Ezeta Huitrón: 19??-1911

Por sucesión, recayó la propiedad de la hacienda en los hijos de Rosario y Manuel: Alfredo, Leopoldo y Alfonzo Ezeta Huitrón. También heredaron la casa de Jilotepec; “pero no fueron buenos administradores y la fortuna se redujo con rapidez. Ante el peligro de bancarrota y las ofertas de José G. Escandón Pliego... los hermanos Ezeta le vendieron esta hacienda”.





José G. Escandón Pliego: 1911-1914.

Antonio Escandón Estrada, español llegado a México, se dedicó al comercio de ganado, para lo cual rentaba ranchos en las haciendas del latifundio para engordarlo, hasta que se requiriera en el mercado de México. Fue así como conoció a José Guadalupe Huitrón. También fue prestamista, y con estas actividades acumuló gran riqueza. Luego se convirtió en latifundista al adquirir las haciendas de San Antonio Tula, La Goleta y san José del Marqués a consecuencia de sus actividades de comerciante en ganado y prestamista. Se casó con Carmen Pliego y Pliego y procrearon ocho hijos: Concepción, Agustín, Ignacio, Vicente, José Gabriel (o José Guadalupe), Teresa, María y Refugio.




El 22 de febrero de 1881 fundó en sociedad con sus cuatro hijos (Agustín, Ignacio, José Gabriel y Vicente Escandón Pliego) una compañía de ganancias, que fue disuelta en para crear la compañía “Antonio Escandón Sucesores S. en E. N. C. José Gabriel (a) Don Pepe, se hizo cargo de la administración de la sociedad.


“En 1911, cuando ya se agitaba los fermentos revolucionarios en todo el país, José G. Escandón compró a nombre propio la hacienda Calpulalpan de los hermanos Alfredo, Leopoldo y Alfonzo Ezeta Huitrón. Lindaba: al oriente y sureste con La Goleta y al norte con Arroyo Zarco. La superficie era de 3,004 hectáreas. Su casco estaba en proceso de construcción”.



La reforma agraria:

“La revolución y la reforma agraria abatieron los negocios agrícolas de los Escandón. Las cinco haciendas integrantes del latifundio sufrieron afectaciones agrarias sucesivas hasta quedar reducidas a su mínima expresión”.



Antes del porfiriato, se arrendaban los terrenos de pastizales para ganado. El casco de la hacienda tenía dos pisos. Junto al zaguán estaba el despacho y un garitón en el cual había un calabozo sin ventanas al cual se entraba por el techo. En ese lugar se castigaba con encierro a los campesinos rebeldes o ladrones. Había además diez casas de trabajadores.


Se cultivaba maíz, trigo, cebada, maguey, ganado vacuno Durham, se hacía queso.



Durante el movimiento revolucionario, el ganado se vio mermado por el paso de las huestes revolucionarias, y en 1914 los campesinos del lugar se apropiaron del ganado restante en ejecución de la restitución de tierras que les otorgó el general Francisco Coss. Ya que habiendo acampado en Calpulalpan los generales Constitucionalistas J. Agustín Castro, Pablo González, César López de Lara y Francisco Coss. “Fueron recibidos por los campesinos del lugar quienes, liderados por Rosalío Sanabria, Cipriano y Pedro Vázquez... pidieron a los generales la restitución de las tierras” a lo que accedió Coss el 3 de agosto de 1914, pero sin otorgar documento. Rosalío Sanabria y Cipriano Vázquez se apoderaron de la hacienda y fungieron como patrones; pero “a pesar de la subordinación de los líderes, el pueblo recobró informalmente, por la fuerza de las armas, lo que había sido suyo por varios siglos. Pero al no tener documentos gubernamentales que probasen sus derechos, el 15 de enero de 1915, el 25 de octubre del mismo año y el 30 de noviembre de 1916 solicitaron formalmente a la Comisión Local Agraria la restitución de sus tierras que ya poseían”.



“El 17 de octubre de 1917 el gobernador del Estado confirmó la posesión en calidad de restitución...” pero “en el Diario Oficial del 28 de junio de 1927 se publicó la Resolución Presidencial que rechazó la restitución por falta de pruebas, pero otorgó las 3,004 hectáreas en dotación agrícola al pueblo de Calpulalpan”.


Ignoro cuándo comenzó la destrucción de la casona que conformaba el casco; pero hoy se mira totalmente en ruinas. Algunos muros aún están de pie, se aprecian algunos cuartos, todo lleno de follaje, basura y desechos de algunos enseres escolares, pues el predio de la casa fue otorgado para la construcción de la escuela preparatoria del lugar. Un cuarto aún tiene el techo que consiste en bóvedas de cañón de ladrillos sobre rieles de ferrocarril. En otro se aprecia parte de terrado sobre vigas, y por doquier se miran piedras desperdigadas, unas labradas y otras no, pero supongo que no corresponden a la totalidad de la construcción. También son perceptibles algunos fragmentos de cimentación y algunos empedrados. Los árboles del frente poseen su derruido rodete.




La calle que pasa frente a estas ruinas, corresponde a lo que fuera el camino real de tierra adentro, es una calle bastante amplia, pero ya no se aprecia el empedrado pues o se ha destruido o ha quedado bajo el asfalto que se ha colocado en parte de ella.





martes, 24 de diciembre de 2013

Ex hacienda de San Antonio Tula

La localidad de San Antonio Tula está situada en el Municipio de Tula de Allende, en el Estado de Hidalgo, corresponde al ejido de  Michimaloya. Se encuentra en las coordenadas: Longitud: -99.431389, Latitud: 20.081111.Es un pueblo pequeño, a poco más de medio kilómetro de la estación de trenes “terminal ferroviaria Tula”, que se ha levantado sobre las ruinas de lo que en otro tiempo fuera el casco de la próspera hacienda del mismo nombre, por lo que es común mirar muros antiguos entre sus construcciones, aunque lo que queda del casco es propiedad de 4 familias, quienes, a su decir, han conservado lo que queda de las ruinas de dicha hacienda, de la cual pretendo hacer un breve relato o fundamentándome en el libro “Vida y muerte de un latifundio” de Iñigo Laviada. Porrúa, 1984.


“El 11 de octubre de 1769 adquirió Pedro Romero de Terreros, conde de Regla, vecino de Pachuca, las haciendas de San José (del Marqués) y San Antonio (Tula). San José en $42,285.00. San Antonio en 97,376.00.


Los linderos de San Antonio eran: al norte Macuá y La Joya, al oriente Michimaloya, al sur Tula y al poniente Xochitáln y la Goleta.
Estas haciendas fueron de la familia Romero de Terreros durante 94 años.


María Dolores Josefa Gertrudis (o simplemente Dolores), séptima hija del potentado Pedro Romero de Terreros, nació en México el 18 de febrero de 1765. Al morir su padre, heredó las haciendas de San José del Marqués y San Antonio Tula. Estas haciendas fueron tasadas en $87,424.00 más $1,611.00, en la documentación de la sucesión”.


María Dolores se casó con Vicente de Herrera y Rivero, y al poco tiempo enviudó heredando sus bienes. Cinco años después se volvió a casar, ahora con Manuel de la Pedreguera Morales. Dolores, al morir su hermana sin descendencia, recibió el título de marquesa de San Francisco, y con ello todos los bienes de su hermana.

Del matrimonio de los marqueses de San Francisco, María dolores y Manuel de la Pedreguera, nacieron dos hijos: Isabel Dolores, que se hizo monja y Manuel José Carlos Juan Bautista, quien heredó las haciendas de su madre, a la vez que el título de marqués de San Francisco en 1835.
La Marquesa y su hijo apenas conocieron sus haciendas, ya que no las visitaban.

“El 6 de agosto de 1850, Manuel de la Pedreguera hipotecó las dos haciendas a favor de Antonio Escandón Estrada (quien era su administrador en ambas haciendas y además comerciaba ganado, fue prestamista) para garantizar el pago de $30,000.00... El 6 de agosto de 1860 hizo otra operación hipotecaria a favor de Escandón por $17,000.00. El 21 de enero de 1861 atrojo otra hipoteca, otra más el 11 de febrero del mismo año, por lo que el 29 de abril de 1863 Manuel de la Pedeguera vendió a Antonio Escandón Estrada las haciendas de San Antonio Tula y San José del Marqués, la primera en $41,000.00 y la segunda en $30,000.00 que se pagaron con el importe de la deuda del vendedor.
 

Los linderos de la hacienda de San Antonio que en esta transacción se citan son: “al norte con las rancherías de Ajuchitlán, La Magdalena y Palo Alto, la hacienda de Endó y el pueblo de Tepetitlán; al oriente los pueblos de San Pedro y Santa María Dazxthó; al sur, pueblos de Santa María Daxthó y San Miguel; al oriente con el mismo pueblo de San Miguel, al norte con el mismo pueblo , Michimaloya y la hacienda de Tenjay; al sureste, la hacienda de Tlahuelilpan y los pueblos de San Andrés y Xoxhitlán; al sur la hacienda de la Magdalena; al sureste La Goleta y al noreste San José del Marqués; al norte, poniente y sur, Santa María Macuá y al poniente con San José del Marqués”.
La superficie de San Antonio se incrementó con la compra del rancho La Joya a Jesús Aranzolo, el 25 de septiembre de 1879, rancho cercano a Macuá y enclavado entre San Antonio Tula y san José del Marqués.

Para la segunda mitad del siglo XIX, la familia Escandón ya era dueña de las haciendas de San Antonio Tula, San José del Marqués, La goleta, Tandejé y Calpulalpan.


“Antonio Escandón Estrada dictó testamento el 10 de abril de 1882, designando como herederos a sus hijos María Concepción, José Agustín, José Vicente, José Ignacio, José Gabriel, María Teresa, María y Refugio. En este se designa como heredero de San Antonio al primogénito Antonio Escandón Pliego. El testador murió el 20 de mayo de 1897”.
A la muerte de Antonio, se creó la sociedad Antonio Escandón sucesor, S. en N. C., integrada por Agustín, Ignacio y José G. Escandón Pliego, que administraba las haciendas de San Antonio, san José del Marqués y la Goleta, haciéndose cargo de la administración, por su eficiencia, José Gabriel, quien además administraba como anexa a San Antonio la hacienda de Tandejé. También adquiere por compra para la sociedad el 31 de enero de 1899, la hacienda Punteros, entre Zacatecas y San Luis Potosí.

La revolución y la reforma agraria abatieron los negocios agrícolas y ganaderos de los Escandón. Sus cinco haciendas sufrieron afectaciones agrarias sucesivas hasta quedar reducidas a su mínima expresión; pero lo poco que quedó, años después fue expropiado para ampliaciones ejidales. José G Escandón agobiado por las afectaciones sufridas en San Antonio Tula y la agresividad de los ejidatarios, entregó la administración de dicha hacienda a Salvador Herrasti, yerno de la propietaria, Rosa Márquez de Escandón. Simultáneamente con la muerte de sus haciendas, falleció José G. Escandón el 23 de febrero de 1937 habiendo heredado en vida a sus hijos.

La hacienda de San Antonio era productora de maíz, trigo, frijol, cebada, pulque, alfalfa, pasturas (paja y zacate), madera, carne y ganado en pié. Contó con máquina de trillar, había escuela para los campesinos, que se suprimió en 1882, tienda de raya. Dejó de producir en 1936.


Durante los primero años del siglo XX, el casco de la hacienda fue asaltado y saqueado en varias ocasiones. Las campanas de la iglesia fueron robadas y colocadas una en la iglesia de Xochitlán y otra en la de Xitejé. Los habitantes de la Estación y de la hacienda demolieron el casco “para evitar que regresaran los hacendados”, tumbaron los techos, las pilastras, los arcos de los portales, los marcos de las puertas y de las ventanas de cantera labrada. Cada campesino vendía por su cuenta los materiales de la demolición. Vendieron los árboles.

A partir de la demolición del casco, se inició la emigración de los habitantes y ejidatarios de la hacienda y la estación de tal manera que hoy solo cuenta con 101 habitantes, según la página “Pueblos América” (http://mexico.pueblosamerica.com/i/san-antonio-tula/).

Lo que fue el palaciego casco de la hacienda son hoy solo ruinas, se aprecia parte de lo que fue la era, donde ha sido construida una cancha de basquetbol, un arco con la fecha 1869, de los 10 que conformaban el portal y la pequeña capilla que solo se abre cuando hay alguna celebración religiosa.

En el centro de la plazuela un quiosco y un busto de don Francisco I, Madero quien seguramente no imaginó esta destrucción a partir de la revolución que él inició, pues él mismo, su familia y la familia de su esposa eran latifundistas.

Frente a la plazuela la calle correspondiente al camino real que conducía de Tula a Zacatecas, correspondiente a parte del camino real de tierra adentro. De este camino, una derivación conduce hacia la hacienda de La goleta, hoy transitable y otro hacia San Miguel (de la Victoria) y de ahí a Calpulalpan.