miércoles, 9 de enero de 2013

LAMENTOS DE UN BURRO




            En cierta ocasión, un burro, cansado de tanta injusticia a su género, oró a Dios y así le dijo:

            Señor, ¿Sería posible que me cambiaras de nombre? Ya no quiero llamarme burro porque los hombres emplean mi denominación para entre ellos señalar al torpe, al ignorante, al lento y al perezoso; y yo, Señor, soy todo lo contrario. Soy paciente pero no lento, inteligente y muy trabajador. Todos quisieran que trabaje más y por eso me golpean, pero las cosas buenas y bellas no se hacen con premura, sino con mucha calma; y por encima de todo, tengo que conformarme con un puñado de zacate al terminar el día.

            También hacen alusión a mis orejas cuando alguien es torpe o lento. ¿En qué les afectan u ofenden mis orejas? Son para mí un orgullo porque me identifican de los demás animales; pero ellos me ofenden con esos calificativos. ¡Eres un burro! ¡Tienes orejas de burro!… No se han dado cuenta que trabajo por ellos y ya me estoy extinguiendo. ¡Ojalá y fueran como yo! Y sería para mí un honor que me emplearan como modelo a imitar, pero no. Por eso, Señor, te ruego que a ellos les llames burros y a mí humano.

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