miércoles, 3 de julio de 2013

¿Es necesario un curso de Ética en las universidades?



De acuerdo a la clasificación tradicional de los seres, el género animal se divide en dos: las bestias y el hombre (Esquema del árbol de Porfirio, filósofo neoplatónico. Siglo III). Los primeros se adaptan a su entorno, en cambio el hombre adapta su entrono para sí, y dicho entorno es doble: biológico y social. La Ética influye para la conservación de ambos pues trata de valores indispensables en nuestra relación para con los demás y con nuestro mundo.
Los valores puedes ser morales, sociales, económicos, ecológicos, religiosos, estéticos, jurídicos... (Cfr. Max Scheler). Los valores permiten a quien los posee llevar una sana convivencia, una mejor toma de decisiones, nos ayuda a formarnos como seres razonables y que en cierto
sentido nos humanizan, porque mejoran nuestra condición de personas y perfeccionan nuestra naturaleza humana. Pero los valores no son innatos, sino que se adquieren a lo largo de nuestra existencia y en el entorno social y que al aceptarlos forman parte de nuestro ethos cultural, de nuestra personalidad.
Al decir que los valores (o los desvalores) son adquiridos, significa que la Ética tiene una íntima relación con la educación que entre sus finalidades está hacer  que el individuo acepte libre y conscientemente las normas, los principios y los valores que han de formar su idiosincrasia. Por esto, en palabras de Sabater, “El hombre nace dos veces, una del útero materno y otra del útero social” (Sabater, Fernando. “Ética para Amador”. Edit. Ariel. 1991.), o sea, la sociedad nos moldea, o dicho de otra manera, cada individuo se apropia de las características de su entorno sociocultural, o como lo expresaron los ilustrados como Juan Jacobo Rousseau, “El hombre no nace ni bueno ni malo, se hace bueno o malo”.
La institución social que preferentemente debe educar en valores es la familia; pero como en nuestro tiempo los padres, por comodidad o por necesidad han renunciado a su responsabilidad de la educación en valores de sus hijos, se hace necesario que la escuela intervenga en dicha formación, participando todos los niveles: preescolar, primaria, secundaria bachillerato, profesional.
En nuestros días pululan profesionistas capacitados, pero no educados; excelentes abogados, ingenieros, médicos... pero muchos dejan mucho que desear en su esencia de humanos. Las universidades son las encargadas de la formación de los profesionistas, pero no se deberán de limitar a la simple instrucción, a la simple enseñanza de materias, sino también a cómo adquirir sabiduría y cómo emplearla. Esto es, bebe incluir en su tira de materias cursos de Ética y Deontología para que los profesionistas no solo adquieran conocimientos propios de su profesión, sino también y con el mismo nivel, rigor y exigencia, sean buenas personas y buenos ciudadanos, ya que, parafraseando a Sócrates, “no basta formar profesionistas, también hay que formar al hombre y al ciudadano”.